
¿Qué nal de juego diferente a todos los vistos dentro de la incredulidad, que
es tan popular en la NBA nos faltaba ver? Ese del domingo en Toronto. Una
pelota cayendo del cielo, saltando de un lado a otro del cesto, con el suspenso
sostenido entre los dientes, los corazones paralizados y los ojos de la multitud
agrandados por un asombro que se estiraba sin control.
Hasta que la bola lanzada desde la derecha por Kawhi Leonard, por encina del
arco iris que con sus largos brazos extendidos sobre sus 7 pies, dibujaba un
desesperado Joel Embiid, nalmente entró, quebrando en el último instante, el
equilibrio 90-90. Un tiro inolvidable para todos los que vieron, desde las
tribunas o frente a los televisores, y obviamente también para Leonard y para
Embiid…
Cuando la pelota fue hacia Leonard con 4 segundos pendientes, Simmons lo
persiguió bordeando la raya de los tres puntos. Leonard llegó al nal, adentro
de la zona y se elevó impulsando la pelota encima del esfuerzo de Embiid. Una
enorme parábola, la caída sobre el borde del aro y otra elevación que vuelve a
rebotar. La bola va hacia el otro lado, tiene un rebote corto, otro más corto y
entra. De inmediato, entre la incredulidad, el estallido.