adspace-728x90

La crisis de confianza

A finales de 2018, debido a la paralización del Diálogo Nacional que se emprendió el 16 de mayo de ese año, tuve el honor de participar con tres profesionales distinguidos, Alejandro Bolaños, Edgar Chamorro y Ricardo Meléndez, en la organización del Foro Empresarial & Profesional “Perspectivas y Decisiones 2019”.

El Foro fue realizado en el Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (INCAE) el martes 8 de enero de 2019, con la participación de más de cien empresarios y profesionales, donde dialogamos y acordamos de consenso tres acciones que debían gobernar una mesa de negociación: (1) Fortalecer la organización empresarial, representada por todos los sectores; (2) Crear condiciones para una negociación nacional magnánima y con sentido de patria, con pocos actores, pero con representatividad, confianza y prestigio; y (3) Trabajar en el establecimiento de la negociación, agenda, normativas, procedimientos y contar con la ayuda de expertos. A la fecha, creo que esas tres acciones continúan siendo válidas.

El 27 de febrero de 2019 ese año se reinició el Diálogo Nacional, tras una reunión de representantes del gobierno y de la gran empresa de Nicaragua, con la presencia de representantes de la Iglesia Católica, realizada el 16 de febrero, pero, de nuevo, el Diálogo se interrumpió. El declive de la confianza se ha hecho patente.

En varios de mis escritos económicos, he insistido en la palabra “confianza” como un elemento necesario para resolver los problemas políticos, corregir la tendencia declinante del desempeño productivo nacional y recuperar el nivel perdido del bienestar de la población nacional. La otra palabra que he reiterado en esos escritos es “diálogo”, la única vía que tenemos para poder superar los problemas políticos, económicos y sociales.

Han pasado casi dos años y no hemos resuelto el problema nacional. En nuestro entorno interno, hay “escasez” de confianza, como el agua en el desierto, y cuando la conseguimos gota a gota con nuestros actos se evapora totalmente cuando fallamos a nuestras palabras.

Hace mucho tiempo leí una historia ejemplificadora de la “existencia” de confianza. A un vendedor de café y donuts en la Ciudad de Nueva York se le formaban largas filas porque se demoraba al entregar el cambio, por lo que puso una canastita con monedas para que las personas tomaran el cambio y pusieran los billetes. El vendedor confió en los compradores, evitó las filas largas frente a su puesto de venta y vendió más que sus competidores. Pero, ¿los compradores de café y donuts se aprovecharon de la confianza del vendedor? ¿Fue la gente honesta con el vendedor de café? No se aprovecharon, agradecieron la confianza y la devolvieron con actos de honestidad. Al vendedor no le faltó el dinero.

Esa historia nos enseña que cuando hay confianza habrá mayor velocidad de la transacción, menores costos y mayor productividad, que las personas que reciben confianza toman conciencia del regalo que reciben y retornan la confianza como un acto de reciprocidad.

Pero en la Nicaragua de hoy vivimos en una crisis de confianza. ¿Cuál sería su respuesta si le preguntaran si usted cree que se puede confiar en otras personas? Creo que la respuesta de la mayoría sería no. Existe desconfianza en los consumidores, en los empleados, en los productores, en los inversionistas y en los líderes políticos, empresariales y de organizaciones sociales.

Entonces, ¿cómo se podría restablecer la confianza?, ¿qué es lo que tendríamos que hacer para que las personas confíen?

Según Stephen M. R. Covey Jr., autoridad global en confianza, liderazgo y cultura, existen cuatro variables de la confianza: integridad, intención, competencias y talentos de las personas, y capacidad de generar resultados.

Actuar con base en principios, que nuestros actos sean reflejos de nuestras palabras, y no faltar a la verdad, es la variable más evidente de la confianza, la integridad.

Cuando somos transparentes en nuestras intenciones y no tratamos de servir a intereses egoístas y personales, ganamos confianza. Sin embargo, como las intenciones no son visibles, sólo con las acciones de las personas deducimos las intenciones. Hay que evitar los malentendidos, haciendo las intenciones explícitas, es decir, el porqué de querer cambiar las cosas.

También debemos preguntarnos cuántas veces hemos pedido algún consejo a personas expertas en ciencias sociales, incluso en ciencias exactas, porque confiamos en sus capacidades profesionales.

Y, finalmente, la obtención de resultados es fundamental, porque si no se logra se pierde la confianza en las personas, aunque sean íntegras, con excelentes intenciones y con talento y habilidades superiores. Los resultados siempre se obtienen con esfuerzos.

De esas cuatro variables, la más difícil de la confianza es la integridad.

Tenemos, pues, la gran tarea de que se restablezca la confianza entre las políticas económicas y financieras y los consumidores, productores e inversionistas, entre los empleados y los empresarios, entre los partidos políticos y sus votantes, entre el gobierno y los ciudadanos. Recuperar la confianza es suspender la incertidumbre, y esto requiere mucho esfuerzo.

Diálogo y confianza son palabras clave para resolver nuestros problemas políticos, económicos y sociales.